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La mamita, la garzona más antigua del Cabaña del Lago

Actualizado: 8 jul 2020

“La mamita” podría ser mi abuela, y sin conocerme me saluda como si lo fuera. Recibo un abrazo de esta amable señora oriunda de Osorno pero que hace más de 3 décadas reside en Puerto Varas. Elisa Aros es garzona de toda la vida y me dice que seguirá siéndolo hasta que la vida la deje, lleva 35 años trabajando en el Hotel Cabaña del Lago, donde ha logrado ser conocida por todos como la “mamita”, le pregunto que por qué le dicen así y me contesta cantaito “será porque llevo taaaantos años aquí. De cariño pues, todos me dicen mamita”.


Elisa Aros trabajaba en el Club Alemán cuando conoció a los dueños del Hotel Cabaña del Lago, que en ese entonces era bien pequeño. “Ellos iban a comer al Club y me trataban de convencer para que me fuera a trabajar al Cabaña. Luego de un tiempo accedí… y aquí estoy todavía”, me lo dice con sus ojos perdidos en el Lago Llanquihue, como si la vida hubiese sido un soplo del que ni siquiera se hubiese percatado.


Me sonríe. Es una mujer amable. Muy menudita, pero de gran carácter. Hace su trabajo a la perfección y crítica a los más jóvenes por ser distraídos, “andan mirando el celular, piensan en el carrete, y no están dispuestos a entregarse en su 100% al trabajo… son despreocupados, eso no puede ser”. Para la Mamita el trabajo que sea hay que hacerlo bien, y le encuentro razón.


Criticamos un rato el sistema social en Chile. Elisa tiene sus años pero me dice que no se quiere jubilar porque le da miedo su pensión, le da miedo enfermarse y no poder seguir trabajando, “imagínese si yo no viniera a trabajar... no sé cómo viviría... con pensiones de 120.000 pesos. Si yo no trabajara no tendría nada. Es todo tan caro”, me dice entristecida. La entiendo y juntas tratamos de pensar cómo hacer para que nuestro país sea más justo. Tiramos un par de ideas, contamos historias tristes y sus ojos se vuelven a perder en el Llanquihue. Le cambio el tema para saber sobre su relación con los dueños del hotel y se le iluminan sus ojos. Vuelve a sonreír.


“A don Víctor lo conozco desde que era chiquitito. Tenía menos de 10 años cuando su papá, el fundador de este hotel, lo traía para que trabajara. Muchas veces me tocaba recibirlo en la cocina. Pero a mi me daba pena… no lo ponía a trabajar si apenas era un niño. A él le daba hambre y yo le hacía un sándwich”, me cuenta la mamita. Son historias que saca del baúl de los recuerdos de su cabeza. Recuerda a don Víctor, el actual dueño del hotel, en sus días de niñez y eso la hace sonreír. Me dice que este hotel es su segunda casa.


“Cuando empecé a trabajar aquí el hotel era chiquitito, y ahora va creciendo y creciendo. Yo me quedé atrás, no lo alcancé nunca”, dice mientras limpia sus anteojos. El Hotel Cabaña del Lago partió con alrededor de 17 habitaciones hoy cuenta con más de 150, incluso este 2020 el Hotel celebrará su aniversario número 40. La mamita lo ha visto crecer, y eso la emociona. Elisa Aros es la trabajadora más antigua que tiene el hotel, y es toda una leyenda.


Es ella misma la que me cuenta que los clientes se encariñan con ella, “ahora hace poquito me vino a ver una pareja, ellos no se estaban quedando en el hotel, pero pasaron a saludarme”. Y es que se hace imposible no encariñarse con una señora tan tierna como ella.

Hay cosas que a esta garzona le llaman la atención. Y la primera es que las personas han cambiado. “Hoy se toma mucho tinto y poco blanco”, dice como ejemplo. Otra cosa que le llama la atención es que los brasileros toman mucha sopa, incluso en verano. Y para rematar los cuentos me comenta que una vez le tocó atender a un señor que solo comía carne cruda (sin limón, sin sal, sin aderezos), cruda en su 100%. Me cuenta historias extrañas que le han tocado, y nos reímos.


La mamita probablemente esta noche trabajará hasta las 23:00 horas y mañana se despertará temprano con ganas de volver al hotel, pero tendrá que esperar hasta la tarde, cuando le toca partir su turno.


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